lunes, 15 de marzo de 2010

Crisis de identidad

La semana pasada estuve realizando un teambuilding con directivos del IESS, en Ecuador. Me gusta viajar a Latinoamérica, (bueno, me gusta viajar a cualquier lugar). Viajar por trabajo en lugar de por placer te da una perspectiva distinta, y te ayuda a conocer los países más en profundidad, o, al menos, te permite interactuar de otra forma con la gente.

Creo que el teambuilding funcionó a la perfección, y alcanzamos los objetivos que nos habíamos marcado, pero he de reconocer, que, a nivel personal, el viaje me creó serias dudas de identidad, de las que no he acabado de recuperarme, por los motivos que os paso a explicar.

Aún me acuerdo el día que en una comida familiar, (creo que ya lo he contado aquí) mi sobrino Bruno, pensando en qué quería él ser de mayor, y las opciones que tenía y, sobre todo, que conocía, me preguntó: “¿Pero tío, tú, realmente en qué trabajas?”, ante la expectación de toda la familia, que esperaba enterarse, de una vez por todas, de cual era mi profesión. Ni que decir tiene que creo que mi explicación no le aclaró mucho las ideas, ni a él, ni al resto de la familia.

Pues bien, en mi viaje a Ecuador he vuelto a sentirme como aquel día, y esta vez, no porque no entendiesen mi trabajo, que lo sufrieron durante tres días, sino por su perseverante empeño en poner etiquetas a mi profesión. En un país dónde se llama a la gente en función de su título (economista López, ingeniero Gutierrez, etc.), era fundamental para ellos aclarar desde un principio cómo debían denominarme. En un principio me recibieron como el instructor, (este ha sido el termino más usado durante el evento), hasta que alguien en una reunión aclaró, no es instructor, es entrenador, y ahí comenzaron las dudas. Al final de la reunión me preguntaron a mí como quería yo que me presentasen, sin pensar mucho les dije que como formador, con eso bastaba, y alguien dijo, “ah pues eso hay que aclararlo, que sepan que no es un instructor”. La persona que me contrató siguió llamándome expositor, (recordando que mi primer viaje a Ecuador fue para exponer una conferencia), a lo cual ya me había acostumbrado, así como me he acostumbrado a que en Republica Domínicana me llamen conferencista.

Comenzamos el curso, y algunos optaron por simplificar términos y llamarme profe, cosa que a algunos les hacía mucha gracia, pero que yo, en el fondo agradecí. Por supuesto en las comidas muchos se empeñaban en aclarar las dudas preguntándome, "pero usted, de profesión, ¿qué es?", creo que refiriéndose a qué había yo estudiado, yo les contaba mi curriculum, pero no se si les aclaraba algo. Y me hace pensar que no el hecho de que el segundo día alguien me preguntase: "Oye Carlos, y además de instructor tú ¿eres motivador?, porque si eres motivador podrías venir un día a dar una charla a mi gente". Puf…¿soy motivador? En lugar de decir que sí y no complicarme la vida le dije, "bueno, yo realmente soy consultor", pretendía, con este termino, decirle, que, dentro de mi área hago de todo lo que esto abarca, cursos, conferencias, outdoor, pero creo que lo lié más, pues el individuo se fue algo decepcionado con eso de que yo no fuese motivador y no pudiese contar conmigo para motivar a su equipo.

Os podéis imaginar la duda tan profunda que estos hechos me crearon sobre mi propia identidad. Ya en el aeropuerto, de vuelta a España, no podía dejar de dar vueltas en la cabeza a estas profundas inquietudes, que amenazaban con atormentar mi viaje de vuelta....¿Quién soy yo? Conferenciante, formador, expositor, instructor, profe, consultor, conferencista, entrenador… Pero de pronto, al pasar el control policial para salir del país, el agente de turno me abrió los ojos y me aclaró las dudas de una vez por todas:

- Buenas noches, ¿motivo de su visita a Ecuador?

- He participado en un evento de empresa con el IESS. –dije yo-

- Ah, ¡¡¡es usted artista!!! Buen viaje de regreso, señor.