lunes, 27 de septiembre de 2010

A las barricadas

Como este es un blog principalmente dedicado a los Recursos Humanos, aunque, en el fondo, y a la larga, es de lo que menos hablo, supongo que tendré que dedicar un post a la huelga general. Además no podría dejar de prestar atención al dichoso evento que va a macar nuestras conversaciones a lo largo de esta semana.

La verdad es que llevo posponiendo varios días este post porque solo de pensar en huelga y en sindicatos me da una pereza espantosa, pero después del último mail que acabo de recibir, no he podido evitar, una vez pasado mi ataque de risa, ponerme a escribir.

Llevo toda la mañana recibiendo mails de los sindicatos de la universidad. La verdad es que me han agotado, que cansinos y que repetitivos, pero el último me ha sacado de mi astenia otoñal de lunes y me ha arrancado una carcajada. Andaba yo preparando propuestas y realizando otros quehaceres cuando leo en mi bandeja de entrada: “Las oligarquías financieras ensayan una guerra civil de clases. Nos ha tocado la responsabilidad histórica de preservar el legado de nuestros antepasados. Está en juego la dignidad de nuestro colectivo y de la sociedad democrática. Es nuestra obligación decir NO a la violencia del sistema que nos empuja a postrarnos en la pasividad a través del miedo.” Hay que joderse, pero ¿en qué siglo estamos? Casi me caigo al suelo según lo leo. ¿Y esta gente quiere que los trabajadores les tomemos en serio?

Ahora más que nunca los sindicatos están en tela de juicio, y no creo que sea por una campaña difamatoria, (en este país en cuanto hablas mal de alguien estás haciendo una campaña). Están en tela de juicio porque no representan a casi nadie, (la tasa de afiliación debe de estar por debajo del 20%) y porque viven de las subvenciones del estado, es decir, de todos nosotros. Están en tela de juicio porque llevamos dos años de crisis, y no se les ha oído hablar, porque esta huelga llega tarde, en el momento menos oportuno y de la forma más irresponsable. Están en tela de juicio porque tienen un discurso anacrónico, anticuado y anclado en la época que tanto detestan. Y están también en tela de juicio porque en este país cada vez hay más autónomos y pequeños empresarios que no son ogros explotadores, ni viven de machacar al obrero, sino que, por el contrario, tratan de salir adelante jugándose su tiempo y su dinero sin apenas ayudas, creando, incluso, algún puesto de trabajo y que no son representados por nadie.

Por otro lado, es una huelga condenada al fracaso, el éxito de una huelga no radica en su seguimiento, sino en su capacidad para hacer cambiar a la otra parte, y estoy convencido que, independientemente del seguimiento (que espero y creo que será muy bajo) la otra parte no va a cambiar ni una coma de su reforma laboral. Los sindicatos están pidiendo a los trabajadores un esfuerzo inútil del que parece que no son consciente, no creo que sea el mejor momento para que muchos profesionales renuncien a un día de sueldo.

El día 29 trabajaré, iré a la universidad y daré mi clase. Espero que nadie me quiera abrir la cabeza cuando llegue. Agradezco a los piquetes informativos su celo y su deseo por informarme, pero después de los mails recibidos en estas semanas y de ver a Cándido Méndez en la Noria (manda “güevos”), me doy por informado, muchas gracias, no hace falta que vengan a la universidad, ni a ningún otro sitio. Somos mayores y somos libres.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Lección de humildad

Mi querido profesor, ya fallecido, José Antonio Jáuregui, era un fanático de las casualidades, yo, la verdad es que nunca les he dado mucha importancia, pero cuando éstas se convierten en experiencias transformadoras y te hacen cumplir sueños , uno no puede evitar pensar que las cosas a veces pasan por algún extraño motivo.

Recientemente he sido protagonista de una de estas casualidades.

Como ya sabéis llevo uno años destinando una pequeña parte de la facturación a la Fundación Hombres Nuevos, que actua en un barrio marginal en Santa Cruz, Bolivia, y llevo casi el mismo tiempo intentando conocer en persona a su fundador, Nicolás Castellanos, una persona realmente especial, y ofrecerle mi ayuda, para promocionar la Fundación desde España. Nicolás viaja con frecuencia a España, pero nunca habíamos podido coincidir hasta hace apenas un par de meses.

Y aquí llega la casualidad, unos días antes de mi entrevista con Nicolás, me llegó un mail de la Asociación Boliviana de Gestión Humana, invitándome a participar en el III Congreso Internacional de Gestión Humana de Bolivia, a celebrar en Santa Cruz de la Sierra, la ciudad donde el Proyecto Hombres Nuevos tiene la mayor parte de su obra. Cuando finalmente me encontré con Nicolás y le dije que en dos meses tenía que viajar a Santa Cruz, su respuesta no se hizo esperar: “Ven unos días antes y te quedas a vivir con nosotros”

Y eso he hecho, pasar tres días visitando un proyecto social de desarrollo integral que entusiasma desde que pones los pies en el barrio del plan 3000. Ni que decir tiene que no he ido a ayudar, sino a ver, a aprender, y a intentar no molestar. Y aunque he estado dando charlas a los microemprendedores, a la gente del proyecto y a las microempresas de tiempo libre, la lección, como no podía ser de otra manera me la he llevado yo.

Hoy después de la charla a los microempresarios una mujer me ha contado como, tras la muerte de su hijo, decidió casi dejarse morir, hasta que un día andando sin rumbo, alguien le dio un folleto en el que se la invitaba a ser emprendedora, pensó que su hijo le estaba dando esa oportunidad y se lanzó a la aventura empresarial. Su negocio: una empresa de repostería, su canal de ventas: ella misma vendiendo dulces de 10 céntimos en la puerta de un polideportivo, y, como dice el anuncio, ver los ojos de esa mujer brillando mientras te cuenta su sueño empresarial os prometo que no tiene precio.

Hoy he acabado en el proyecto, y me he mudado a mi hotel, para asistir al congreso, en el primer mundo del tercer mundo, como me decían irónicamente los voluntarios de Hombres Nuevos. La habitación me es extraña y echo de menos el hogar donde he vivido estos tres días, un hogar sencillo, sin servicio de habitaciones, microondas, ni televisión, un hogar que me recuerda, una vez más, quien soy, y todo lo que debo. Un hogar que me hace valorar lo que tengo y lo que la vida, día a día me regala. Un hogar que me dice que la responsabilidad social es una obligación más que una opción.

En definitiva un hogar de gente que pone pasión en su proyecto de ayudar a los demás. Gracias muchachos