martes, 28 de abril de 2009

Sueños cumplidos II

Atendiendo a vuestras peticiones...

domingo, 19 de abril de 2009

Sueños cumplidos

Cuando era pequeño paseaba mucho con mi padre por el Madrid de los Austrias, le encantaba llevarme y contarme historias de su vida en ese barrio, al fin y al cabo, había nacido en la calle Bordadores, y le gustaba compartir conmigo una infancia, que, a pesar de haber estado marcada por la guerra, recordaba con nostalgia y cariño.

Siempre que pasábamos por la Iglesia de San Ginés me repetía la misma historia, “Fijate, en esta Iglesia nos bautizaron a Quevedo y a mí, pero, claro, a mi no me pusieron placa”…y una y otra vez yo escuchaba divertido la misma historieta, como también lo hacían mi madre y mis hermanos, cuando disfrutaban de esos maravillosos paseos con él.

Un día alguien muy especial me dijo “Tu padre debería tener su placa en San Ginés” y yo pensé “la tendrá”... Pero el tiempo pasó y, como casi siempre, dejamos cosas importantes sin hacer, creyendo que la vida no caduca, y que todo se puede posponer, y el 13 de febrero de este año, como ya sabéis, mi padre falleció, sin haber tenido su placa… Así que, con una mezcla de inmenso cariño y de deseo de aprovechar tiempos perdidos, le hice una promesa a mi padre el día de su misa de acción de gracias, “Papá, tendrás tu placa en San Ginés”.

Madrid es mágico, especial, es una ciudad que te puede dar lo mejor y lo peor de sí misma. Con mi padre aprendí a disfrutar de lo mejor de Madrid. Madrid no es tan sólo una ciudad es un espacio de vida, un lugar fascinante, seductor, en el que los sueños se pueden hacer realidad…

Y como creo en esa magia castiza, deseé con todas mis fuerzas ver un día esa placa cerca de la que homenajea a Quevedo, y hoy, 83 años y un día después del bautismo de mi padre, como por arte de magia (una magia que sólo dan los amigos de verdad) aparecía, de forma misteriosa, una placa recordando al que fue un hombre de barrio, un hombre sencillo, de esos a los que no solemos homenajear porque nunca nos paramos a valorar el merito que tienen, o han tenido, sus vidas. Hoy, como por arte de magia, había una placa en la Iglesia de San Ginés, que hacía que mi padre gozase, durante las 8 horas que ha durado el sueño, del mismo reconocimiento que el gran Quevedo.

Gracias a todos los que, de una forma u otra, habéis participado de este sueño.