Sur... paredón y después...
Sur... una luz de almacén...
Ya nunca me veras como me vieras,
recostado en la vidriera
y esperándote,
ya nunca alumbrare con las estrellas…
El tango suena en
El tango, letra triste, desesperada, pesimista, es, hoy, más que nunca el símbolo de una Argentina deprimida. (Ya nunca me verás como me vieras) Han servido tan sólo tres semanas para darme cuenta del pesimismo reinante en el país, tres semanas de compartir taxis, mates, cafés y cenas con argentinos ricos, pobres y muy pobres para darme cuenta de cómo han hecho suya las letras de los tangos más tristes. Tres semanas sin encontrar una frase esperanzadora sobre una tierra de la que los gobernantes han hecho durante años su cortijo particular….
Un país maravilloso, culto, afable, y con una riqueza natural impresionante, es hoy una letra de tango.
Mi visita comienza en Buenos Aires. Desde la ventana del café Tortoni todo parece distinto a como es en realidad. Pasear por la Avenida de Mayo, Florida, o Corrientes es pasear por el bullicio, y entremezclarse con el ir y venir de porteños y turistas, es chocar con los profesionales con prisa, hablando por el manos libres del móvil, es sortear extranjeros cargados de bolsas con artículos de cuero comprado a precio de dólar, es observar con admiración a jóvenes y mayores que llenan teatros, cafés y librerías. La ciudad late con fuerza, aparenta ser una ciudad viva, potente, con garra. Una garra que atrapa al madrileño desde el minuto uno, y que le hace sentirse, de pronto, uno más en esa gran ciudad.
Pero el alma del porteño late a otro ritmo, el alma del porteño parece pasear por el cementerio de la Recoleta, entre tumbas y mausoleos, el alma del porteño bebe su mate amargo, y no puede ignorar la multitud de vagabundos que duermen en
La ciudad me hechizó, me atrapó, me conquistó, se que volveré, se que me encontraré de nuevo con el ritmo y el bullicio en sus calles, pero, apagada la rápida milonga, volveré a encontrarme con el corazón de los Buenos Aires a ritmo de tango...
Mi Buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver, no habrá más pena ni olvido(…)
En la cortada más maleva una canción
dice su ruego de coraje y de pasión,
una promesa
y un suspirar,
borró una lágrima de pena aquel cantar.