jueves, 9 de septiembre de 2010

Lección de humildad

Mi querido profesor, ya fallecido, José Antonio Jáuregui, era un fanático de las casualidades, yo, la verdad es que nunca les he dado mucha importancia, pero cuando éstas se convierten en experiencias transformadoras y te hacen cumplir sueños , uno no puede evitar pensar que las cosas a veces pasan por algún extraño motivo.

Recientemente he sido protagonista de una de estas casualidades.

Como ya sabéis llevo uno años destinando una pequeña parte de la facturación a la Fundación Hombres Nuevos, que actua en un barrio marginal en Santa Cruz, Bolivia, y llevo casi el mismo tiempo intentando conocer en persona a su fundador, Nicolás Castellanos, una persona realmente especial, y ofrecerle mi ayuda, para promocionar la Fundación desde España. Nicolás viaja con frecuencia a España, pero nunca habíamos podido coincidir hasta hace apenas un par de meses.

Y aquí llega la casualidad, unos días antes de mi entrevista con Nicolás, me llegó un mail de la Asociación Boliviana de Gestión Humana, invitándome a participar en el III Congreso Internacional de Gestión Humana de Bolivia, a celebrar en Santa Cruz de la Sierra, la ciudad donde el Proyecto Hombres Nuevos tiene la mayor parte de su obra. Cuando finalmente me encontré con Nicolás y le dije que en dos meses tenía que viajar a Santa Cruz, su respuesta no se hizo esperar: “Ven unos días antes y te quedas a vivir con nosotros”

Y eso he hecho, pasar tres días visitando un proyecto social de desarrollo integral que entusiasma desde que pones los pies en el barrio del plan 3000. Ni que decir tiene que no he ido a ayudar, sino a ver, a aprender, y a intentar no molestar. Y aunque he estado dando charlas a los microemprendedores, a la gente del proyecto y a las microempresas de tiempo libre, la lección, como no podía ser de otra manera me la he llevado yo.

Hoy después de la charla a los microempresarios una mujer me ha contado como, tras la muerte de su hijo, decidió casi dejarse morir, hasta que un día andando sin rumbo, alguien le dio un folleto en el que se la invitaba a ser emprendedora, pensó que su hijo le estaba dando esa oportunidad y se lanzó a la aventura empresarial. Su negocio: una empresa de repostería, su canal de ventas: ella misma vendiendo dulces de 10 céntimos en la puerta de un polideportivo, y, como dice el anuncio, ver los ojos de esa mujer brillando mientras te cuenta su sueño empresarial os prometo que no tiene precio.

Hoy he acabado en el proyecto, y me he mudado a mi hotel, para asistir al congreso, en el primer mundo del tercer mundo, como me decían irónicamente los voluntarios de Hombres Nuevos. La habitación me es extraña y echo de menos el hogar donde he vivido estos tres días, un hogar sencillo, sin servicio de habitaciones, microondas, ni televisión, un hogar que me recuerda, una vez más, quien soy, y todo lo que debo. Un hogar que me hace valorar lo que tengo y lo que la vida, día a día me regala. Un hogar que me dice que la responsabilidad social es una obligación más que una opción.

En definitiva un hogar de gente que pone pasión en su proyecto de ayudar a los demás. Gracias muchachos

1 comentario:

la elfa dijo...

Yo si creo en las "casualidades" precisamente porque muchas no lo son. Determinadas cosas pasan porque TIENEN que pasar, como tu tenias que viajar a Bolivia para vivir esta experiencia. Me alegra muchisimo saber que te ha llenado tanto. Ya me/nos contaras mas, y con mas fotos por favor!
Un besazo
H