Hace un par de años soñé que podría empezar a dar conferencias fuera de España, y como todos los sueños que uno persigue, poco a poco se ha ido cumpliendo. Unir mi fuente de ingresos a mi afición de viajar me ha dado mucha vida en este último año, que no ha sido demasiado facil. Cuanto más viajo, más me gusta viajar y más me doy cuenta de lo necesario que es salir de nuestra zona de confort para ser consciente de la riqueza del ser humano.
Hace unas semanas tuve la oportunidad de impartir unas conferencias en la convención de la empresa “El Catador” en Bavaro, en República Dominicana.
Impartir conferencias en República Dominicana es una verdadera gozada para los que nos dedicamos a este oficio, el entusiasmo de la gente, la implicación en el discurso y el feedback continuo hacen que el ponente sienta verdadera vida en todo lo que transmite. Confieso que cuando salí al escenario, con el público bailando a ritmo de merengue pensé “y ahora a ver como siento yo a estos durante dos horas” pero una vez más los dominicanos (con su gran sentido del humor) me supieron demostrar que la diversión y la profesionalidad no están reñidas.
En los teambuilding una vez más los dominicanos me dieron una lección de ingenio, creatividad y adaptación a los recursos, que deberíamos aprender los que decimos que estamos en crisis.
Esa es una de las cosas que también he aprendido en este año y medio que llevo viajando por Latinoamérica, la relatividad de la crisis. Ya me lo dijo Nicolás Castellanos, premio Príncipe de Asturias de la Concordia y fundador de Hombres Nuevos, con quien pasé unos días en Bolivia, “Los españoles no hacéis más que hablar de la crisis, pero vivís muy bien”, y en realidad cuando uno ve realidades mucho más duras que la española (que no lo es, a pesar de todo), no puedo por menos que aceptar ese relativismo.
Viajar me hace relativizar, me hace conocer, me hace vivir. El otro día leía en un blog de RRHH hablando de los viajes: “¿Tanto nos aburre esta “sociedad del bienestar” que necesitamos un chute de adrenalina e ir “donde está la acción”? ¿Qué necesitamos buscar fuera que no encontramos dentro?” La verdad es que me extrañó leerlo, y me pareció una vuelta al conservadurismo vital del que queremos salir mucho de los profesionales que trabajamos con personas.
Viajar da vida, enriquece, emociona, si no fuese, eso sí, por los aeropuertos. Mi amiga la elfa ha publicado un post dedicado a los más ridículos momentos vividos en aeropuertos, y es que, dentro de poco, tendremos que pasar en bolas por el escáner, como Enrique Iglesias.
Mi último momento ridículo lo viví, precisamente después de este viaje.
Aeropuerto de Santo Domingo, cansado y con pocas ganas de volver, antes de pasar el escáner apuro una botella de agua que llevo en la mochila y la tiro a una papelera. Paso el escáner con el portátil dentro de la mochila (de forma consciente, pues normalmente sólo me hacen enseñarlo en España). Al pasar por el escáner....bingo, me tocó!!
- "¿De quién está mochila?" -Pregunta una dominicana zumbona-. Me apartan.
-"¿Lleva usted una botella de agua, señor?" Dado mi despiste habitual le digo que creo que la he tirado, pero que igual se me ha ido la pinza y la he vuelto a guardar. Coge la mochila, yo la abro y empiezo a vaciarla, me la quita de la mano
- “Yo la vacío y usted me vigila" -me dice al quitarme la mano- (ignoro si es este el protocolo habitual, pero acepto pulpo) entonces, ante mi sorpresa, saca los libros que llevo en la mochila (varios de literatura dominicana que me he comprado el último día), los hojea minuciosamente, uno a uno, con cuidado (supongo que buscando la botella de agua) y al comprobar que allí no está el agua, me dice:
- "Muchas gracias Señor, puede seguir"....
¿Qué buscaba? ¿Qué había visto en el escáner? ¿Por qué perdió el interés por la botella de agua? Ni idea. Reconozco que estas cosas me rompen, me descolocan, me abruman….
Menos mal que alguien, otra dominicana, me devolvió la sonrisa cuando sentado en la puerta de embarque se acerca a mí y me pregunta:
-"¿Es usted el Sr. Dosabrazos? Yo estuve hace un año en su conferencia. ¡Enhorabuena!"
Y es que viajar siempre hace sonreir...
4 comentarios:
Totalmente de acuerdo, viajar me da la vida!
En mi caso los viajes profesionales son casi imposibles, a menos que uno trabaje con una ONG, por eso me da tanta envidia (de la sana, eh) leer sobre tus viajes profesionales.
De hecho, hasta me da ganas de dejar mi trabajo y buscarme un novio que se dedique a viajar por trabajo y me lleve con él ;-)
Yo también quiero un novio que me lleve de viaje. jejeje.
Melchor, pídeselo a los Reyes, que ya vienen dentro de poco.
Solo puedo estar de acuerdo contigo. Viajar me da vida. Viajar es mi vida. Viajar mejora la vida, y la forma en que la vivimos, como la apreciamos, como la valoramos. Ver como viven otros es enriquecedor a todos los niveles y no imagino mi vida sin viajar, ya sea a la ciudad de al lado, o a miles de kilometros. Espana es una maravilla, pero por desgracia a veces hace falta salir de ella para darse cuenta!
Te deseo que sigas viajando mucho y a menudo, y que lo disfrutes siempre. Los aeropuertos son..... un infierno, pero a veces pasar por ellos y amargarnos un rato nos hace valorar mucho mas el resto del viaje!
Un besazo
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