La verdad es que no sé si es la mejor posible, solo sé que, de momento, nos ha servido. No la voté, de hecho somos ya demasiados los mayores de edad que no la votamos, pero no se me ocurre una opción mucho mejor (aunque seguramente la haya), y supongo que si ahora me diesen la oportunidad la votaría tal cual está, así que, en el fondo, la siento como mía.
Posiblemente gracias a ella he vivido mejor que los que sí la votaron, he podido hacer cosas que ellos no hicieron, y he podido decir cosas que ellos no pudieron decir. Muchos de los que la hicieron posible, han perdido ya la vida, o peor aún, la memoria, pero no han perdido un legado que nos ha hecho vivir en libertad a los que llegamos después. Probablemente, los de mi generación, nunca entendamos lo que significó para ellos ese 6 de diciembre de 1978, probablemente nunca entendamos lo que significó, en ese día de invierno, algo tan simple y tan cotidiano para nosotros, como introducir la papeleta en una urna, y posiblemente no lo entendamos porque no sabemos, ni queremos saber, lo que puede significar pasar de la mordaza al grito, porque ellos han sido los que hicieron posible que nosotros viviésemos sin mordaza.
Quizá se esté haciendo vieja, y haya que cambiarla, quizá sea necesario renovarla, quizá haya que pensar en hacerla más moderna y acorde con los tiempos que corren, pero, a fecha de hoy, yo estoy contento con ella, y estoy agradecido a los que la dieron forma, y, sobre todo, a los que una mañana de invierno, en 1978, se levantaron con una ilusión, con un sueño, que hicieron realidad, y que hoy cumple 32 años.
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