Yo creía que la cultura de “lo gratis” era algo typical spanish, pero hoy me he dado cuenta de que igual es algo internacional, europeo, y posiblemente mundial. Ignoro si lo fue así en su origen, o ha sido una de nuestras aportaciones, junto con la siesta y el jamón ibérico, a la unión europea y a la globalización.
Sea como sea, ¡cómo nos gusta lo gratis!, aunque sea una mierda (con perdón), y si no ya veremos el día 5 de enero, cuando se reparta el roscón de reyes en la plaza mayor de Madrid, cómo la gente (cuanta más edad, mejor) es capaz de hacer colas, casi de horas por un trozo de roscón, que no sé si está bueno, o no, pero es gratis.
Ayer estuve en Nuremberg, y tuve la suerte de encontrarme en esa preciosa ciudad, coincidiendo con la celebración del día de San Nicolás (el auténtico, el obispo, no el Papá Noel de Cocacola). Aunque en España celebrábamos ayer el día de la Constitución, los alemanes celebraban San Nicolás, que mola mucho más, y en vez de poner a Bono en la puerta del congreso a saludar jubilados, ponen al santo en la puerta de las iglesias a dar chocolates a los niños. Pues con motivo de esta festividad, tuve la enorme fortuna de poder ver en vivo y en directo al mismísimo San Nicolás, en la plaza del mercado, saludando a los niños desde un escenario, y a juzgar por el tono del discurso (no entendí una palabra) metiéndoles una charla/bronca de tres pares de narices. (Si el día 5 de enero en la plaza de Cibeles, los reyes magos me hablan en el tono en el que hablaba San Nicolás hoy a los niños alemanes, me voy a mi casa acojonado, aunque teniendo en cuenta que los que hablan en Cibeles, tras la cabalgata, son concejales, si este año le toca al del PP toca bronca seguro).
El caso es que después de la charla, o el discurso, o la arenga, el bueno de San Nicolás procedió a repartir figuritas de chocolate talladas con su magnánima imagen a los niños allí presentes, y no solo las repartió, lo que es aún mejor, ¡las repartió de forma gratuita! Y ahí fue donde me di cuenta yo de que lo gratis gusta en cualquier lugar del mundo, es más, no solo gusta, embauca, ilusiona, entusiasma.
Primero pasaron a por el chocolate, en un perfecto orden teutónico, los chiquillos que habían seguido el discurso con bastante desinterés y pereza. Como no podía ser menos, el resto de los allí presentes, pletóricos de generoso espíritu navideño, les dejamos acercars,e con ese respeto reverencial, que inspira la infancia en fechas tan entrañables. Pero una vez que las criaturas habían recogido su chocolatina, el resto del público, que esperamos en la parrilla de salida, con los motores encendidos, nos lanzamos, como si no hubiese noche, a arrancar de las manos del venerable anciano las doradas figuras de chocolate con su sacrosanta imagen. Mi sociólogo interior apenas tuvo tiempo de realizar un análisis de campo, pues el haberme detenido a ello, me hubiese hecho perder la oportunidad de conseguir tan dulce y gratuito presente. Sí que pude, en tan breve espacio de tiempo, sacar alguna conclusión de tan magno acontecimiento, y aunque la primera de ellas, expuesta al principio de este blog tiene que ver con la globalización del gusto por lo gratuito, la segunda tras oír una frase sobre la multitud, en perfecto castellano gritando: “Conchi, cojones, cuélate que te quedas sin chocolate”, tiene más que ver con mi primera hipótesis, y es que ante lo gratis, sea lo que sea, los españoles somos los primeros
1 comentario:
Carlos eres un crack! me ha encantado!!! me he reido con cada parrafo =) Por cierto, me has conseguido una figurita no? porque siendo gratis espero que cogieses pun~ados jajaja
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