Cuando era niño me gustaba ir con mi padre al mercadillo de navidad de la Plaza Mayor de Madrid, en el fondo, es un mercado de pueblo, de villa, no de ciudad, como es Madrid, que guarda ese encanto costumbrista de los pueblos, que las grandes ciudades no les han podido robar.
La verdad es que nunca había visto otro mercado como ese, con sus belenes, sus luces, sus adornos de árbol, sus cotillones, y sus artículos de broma (que Gallardón ha expropiado, para llevarse a otra plaza e impedir que los penes de plástico se vendan en el mismo lugar que los niños Jesús, hechos de arcilla y de fe). Para mí el mercado de la plaza mayor era el mercado más maravilloso del mundo.
Este año he descubierto que los mercados de navidad, lejos de ser un patrimonio castizo, constituyen una fuerte tradición centroeuropea, y que no hay ciudad que se precie, en el viejo continente, que no tenga su mercado de navidad, o mejor dicho su mercado de adviento. En Alemania he descubierto, que el adviento es una fiesta que en España quizá nos estamos perdiendo y tendríamos que recuperar; me encanta ver en todas las iglesias alemanas la corona de adviento, con sus cuatro velas (como explico en el primer post de este blogcalendario). También es verdad que nosotros vivimos la navidad hasta el día 6 de enero, y para los europeos, el día 25 o a lo sumo el 31 se acaba todo (ignorantes ellos que desconocen la emocionante visita de sus majetades), y quizá por eso vivan el adviento con más intensidad.
Los mercados alemanes tienen un encanto especial, casi tan especial como el de mi Plaza Mayor, no hay cotillones, ni artículos de coña, no hay matasuegras, ni mierdas de plástico, pero comparten con el mercado madrileño los papa noeles, los adornos de árbol y los belenes, (estos últimos multiplicados por 3, no en cantidad, pero si en precio), eso sí, cada uno en sus estilo. Los mercados alemanes, tienen salchichas y vino caliente, un vino milagroso que anima el cuerpo y el espíritu, en los gélidos atrdeceres. El vino caliente no sólo es una bebida, es una excusa para conversar y vivir la calle. Los mercados alemanes no tienen bocatas de calamares, pero tienen galletas y chocolates, con mil formas y mil colores.
Supongo que no hace falta decir que vengo entusiasmado con mi descubrimiento, que estoy deseando que llegue el puente de diciembre del próximo año para poder seguir visitando mercados europeos (a pesar de los controladores). Pero supongo también que no hace falta decir, que la Plaza Mayor de Madrid seguirá siendo para mi el lugar con el mercado de Navidad más maravilloso del mundo. Hoy se que no es el más grande, ni el más bonito, ni siquiera el más sorprendente de los que he visitado, pero es el mercado que recorría, año tras año, de la mano de mi padre y en el que aprendía a amar la navidad.
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4 comentarios:
Muy bonito Hénandez, espero que me llevas a ver este año tu mercado favorto a la vez que el mío.
Tan solo una palabra...
ENCANTADOR!!
La verdad es que has conseguido que llegaran a mi no sólo imágenes y recuerdos que viví cuando era pequeño sino también olores y esa sensación de frío navideño que tanto gustito da. Aunque la imagen del pene al lado de niño Jesús me ha costado disolverla...
El mercadillo de la Plaza Mayor ya no es lo que era porque el señor alcalde cree que si cuelgan pelucas y máscaras horrorosas de las casetas es que es menos navideño, ¡él, que pasa de la navidad! Pues lo siento, pero para mi, y mi generación, y para la anterior y la posterior, el mercadillo de la plaza mayor mezclaba belenes y pelucas con mucha elegancia! No será navideño, pero era típico navideño.
Y si quiere un mercado navideño de verdad al menos que permita el consumo de alcohol en la calle para que puedan poner puestos con vino caliente ;-)
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