Hoy he estado en el foro Talentum, en la Universidad Europea de Madrid, hablando, a alumnos y profesionales de Recursos Humanos, de la necesidad de cuidar/motivar a la gente que está sufriendo la crisis en las empresas, y cuyos ánimos parece ser que están por los suelos. La charla la he comenzado diciendo, que aquellos que (aún) no han sido despedidos están viviendo situaciones de estrés, aburrimiento, mal humor, incertidumbre, etc. que hace que el ambiente en algunas empresas sea irrespirable.
Pues bien, acabo de leer los resultados de la encuesta que hace Adecco todos los años, por estas fechas, preguntado a los empleados que pedirían a su empresa por navidad, y resulta que casi la mitad pediría un cambio de trabajo (La encuesta no especifica si un cambio de puesto o un cambio de empresa). Es decir, que como yo contaba esta mañana, la gente está harta, por aburrimiento, desánimo, frustración o lo que sea, pero no están a gusto en sus trabajos.
Hoy he contado en el foro que nos debe de preocupar tanto la crisis económica como las otras crisis, la de valores, la de identidad y la de confianza, y que desde RRHH deberíamos de prestar más atención a estas últimas.
La de valores es, como ya escribí aquí, la que ha hecho que estemos como estamos, y la de identidad y confianza son la que van haciendo que cada día estemos más a disgusto en el trabajo, más a disgusto con la empresa, y avancemos de la desmotivación a la frustración.
Sin embargo, volviendo a la encuesta me encuentro que la mayoría de los encuestados prefieren quedarse en su trabajo, en las condiciones que sea, antes que aceptar una buena indemnización y marcharse para casa. El 70,5% no se apuntaría a una baja voluntaria incentivada para abandonar su empleo, y el 60% pediría un traslado antes de perder el empleo. Es decir, la mayoría quiere cambiar de trabajo, pero a la mayoría le da pánico que la empresa tome una fatal decisión, tal y como están las cosas.
En estos días he hablado con dos personas de sectores muy distintos que se han visto, una con un pie en la calle (aun está por decidir), y la otra con los dos. Y ambas reconocían que, salvando la incertidumbre y el mal rato, es el empujón que necesitaban para dar un nuevo empujón a su carrera, para ver la vida de otra manera, y para reformularse las cosas. También he hablado en mi ponencia de hoy de la aversión al cambio, y es que, a veces, necesitamos un empujón para enfrentarnos con valentía a esos cambios, que no solo son buenos, sino que son necesarios.
No digo que el despido sea positivo, pero sí que digo que en algunos casos necesitamos empujones para aprovechar oportunidades, y que sería más divertido si fuésemos nosotros los que saltásemos sin necesidad de que nos empujen. Y al final, el que vale, vale.
1 comentario:
Qué identificada me he sentido con el post! Yo soy de los que cambiaría mañana mismo de trabajo, pero eso sí, sin pasar ni un solo día por la cola del paro (al que ni siquiera tengo derecho, pero ese es otro asunto).
Publicar un comentario